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Un viaje por el enigmático arte de Egipto
1-Los egipcios sabían que solo la magia del faraón y los sacerdotes eran capaces de realizar obras y actos sobrenaturales, gracias a ella se mantenía el orden universal, pero su poder también podía ayudar a los hombres a conseguir su ansiado anhelo.
Había que lograr que el fallecido llegase al mundo de los dioses. Si estos consideraban que había adquirido los suficientes merecimientos, le concederían la ansiada vida eterna.
Al principio de la creación, cuando el demiurgo crea a los seres humanos, les proporciona un cuerpo con una serie de elementos primordiales, para que puedan hacer frente a todas sus necesidades terrenas y espirituales.
El concepto de la momificación era el mismo que el de las estatuas divinas en los templos. La estatua hacía de soporte material al dios venerado y servía de enlace entre los dos planos de existencia. Para comunicarse con él, debía de existir su otro yo material.
Según ese criterio, los egipcios consideraron que, para que el cuerpo espiritual asegurase su eternidad en el paraíso, era necesario que el terrenal fuese también conservado eternamente por medio de este proceso.
Una vez embalsamado, había que preparar al difunto para el viaje sagrado.
2-Los encargados de ejercer la magia eran el gran mago, el faraón, y los sacerdotes, pero la comunicación con los dioses estaba reservada al único mortal que poseía los poderes mágicos necesarios: el dios viviente, el faraón.
El templo egipcio era una puerta a otra dimensión y su diseño así lo exigía. La altura de sus techos, el nivel de sus suelos la forma y elementos de las columnas y sus capiteles, los juegos de luces y sombras, ningún elemento estaba puesto al azar todo tenía su razón de ser.
La forma de vida de los egipcios dependía en gran parte de los sacerdotes. La medida del tiempo, los calendarios, las fiestas y el culto a los dioses se decidían y proyectaban dentro de los templos. En todos estos actos, los dioses eran invocados a través de la magia.
Era el modo de establecer la conexión entre la dimensión celestial y el mundo terrestre.
3-Los antiguos egipcios imaginaban que antes de la creación no había cielo, ni tierra; dioses, ni hombres; animales, ni plantas.
Un inmenso vacío que llamaban Nun, contenía a Atum, el principio de todas las cosas.
En el siglo XIX en las excavaciones de la antigua Tebas se halló un curioso papiro, cuya antigüedad se desconoce, en donde el propio Rá relata su creación.
El papiro conocido como Bremner Rhind y los primitivos textos de las pirámides, fueron las primeras representaciones de los egipcios sobre la creación del mundo y el origen de los dioses.
En su afán por comprender el mundo que les rodeaba, los egipcios fueron construyendo un complejo universo mágico. A partir de los Textos de las Pirámides, grabados sobre el 2350 A. C., los escribas y sacerdotes fueron actualizando los textos según la evolución de las ideas religiosas, hasta llegar a la redacción en el 1300 A.C. del Libro de los Muertos.
4-El Nilo era para los antiguos egipcios, el eje central de sus vidas y un manantial inagotable de provisiones.
Pero para sus antiguos pobladores, sus aguas escondían un submundo de oscuridad y misterio. El Nilo era uno de los senderos espirituales que aunaban la vida y la muerte, el mundo real y el inframundo.
Al contrario de la mayoría de las civilizaciones, el color negro para los egipcios no estaba asociado al luto ni a la tristeza, al contrario, simbolizaba el poder de la regeneración.
Para ellos era un milagro como año tras año al producirse la inundación del Nilo su negro limo fertilizaba sus tierras.
Hemos podido comprobar como dos fenómenos estelares mágicos marcaban el ritmo de vida de los egipcios: el recorrido del dios solar Ra, que garantizaba tanto la renovación de los días, como el equilibrio de los dos mundos, y el milagro de la crecida anual del Nilo gracias a la aparición de la diosa Sotis: la estrella Sirio.
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